
Muchas veces, cuando me preguntan con qué estilo decorativo me identifico más, me cuesta responder. La verdad es que elegir solo uno me resulta una tarea de lo más complicada. Ahora bien, lo que sí suelo tener claro es que el minimalismo, como tal, no suele ir mucho conmigo. Lo que no quiere decir, por otro lado, que cada vez me identifique más (porque esto sí es así) con esa corriente decó que incita a rodearnos de lo necesario sin excesos, a vivir una vida mucho más slow y a disfrutar de las pequeñas cosas y placeres de la vida sin correr, ni sobrecargarnos demasiado. Eso sí encaja cada vez más conmigo. Y este apartamento que hoy comparto (y que localizado navegando por la estupenda web brasileña de Historias de Casa) representa precisamente todo eso. Lo que podríamos llamar como un minimalismo, en mi opinión, bien entendido con el que yo misma podría convivir sin ningún problema.
No os sorprenderá, seguro, que la propietaria del mismo (ubicado en Sao Paulo) sea arquitecto. Se llama Manuela Porto y ella, junto a otras compañeras que conforman el Estudio Deixa, ha liderado y ejecutado la reforma. El objetivo era crear un único espacio (derribando prácticamente por completo los tabiques existentes) en el que, a su vez, cada estancia quedara espacialmente delimitada. Así pues, a través de dos divisiones de obra -con estanterías metálicas de doble cara- entre cocina y salón y salón y dormitorio lo han conseguido y con mucho éxito. Cada ambiente está conectado al contiguo pero queda a su vez independizado del mismo, sin recurrir a puertas ni paredes.
De esta forma, además, todo el mobiliario de almacenaje del apartamento se ha proyectado y diseñado de una forma personalizada. Manuela ha medido su ropa, sus objetos… y creado para ellos el espacio específico en el que colocarlos o guardarlos. Un primer paso a nivel decorativo que, poco a poco, la propietaria ha ido completando con una selección muy acertada de piezas que -por norma general- están llenas de significado. Es ahí dónde ese minimalismo que os comentaba al inicio entra más en juego. No hay muchos muebles. Tan sólo los realmente necesarios y especialmente queridos. Muchos de ellos heredaros de sus abuelos o bisabuelos, cómo la raqueta que preside la puerta de entrada, el escritorio, la mesa de centro del salón o el espejo del dormitorio.
La mezcla de este tipo de mobiliario con historia, con otro más contemporáneo y actual ha creado un ambiente rico en su diversidad, pero completamente sereno, tranquilo, relajado y -sobre todo- cómodo y funcional. Una vivienda sin ninguna estridencia y llena de personalidad, que ha sabido ser aprovechada al 100%, y que se deja bañar por la entrada de luz natural gracias a la gran terraza alargada que la recorre de cabo a cabo. Una de las características que más gustó a la arquitecto cuando la descubrió y sobre la que ha girado gran parte del concepto de proyecto.
A destacar, por último, la potencia que se ha querido dar al color blanco como telón de fondo perfecto sobre el que resaltar lo demás; la importancia que -a nivel decorativo y de estilismo- tienen las plantas y lo llamativo y original que resulta el bañador de pared creado en el paramento entre salón y baño, en el que se ha colocado además una luz neón de color rosa como guiño a las estéticas más poperas.
¿Qué os ha parecido? ¿Os gusta el concepto de este apartamento?
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