
Me obsesionan los cactus. No de siempre, pero sí de una parte hasta aquí. Desconozco muy bien el motivo, la verdad, pero el caso es que los miro y sencillamente me gustan. Me caen bien a pesar de su fama poco amigable y su intento continuo de mantenerte alejado. Tanto, que ya estoy buscando la forma de poner algunos en mi casa. Pero no os voy a mentir. Lo tengo un poco complicado, por no decir imposible. ¿Por qué?… Pues porque no tengo muy claro si a un queridísimo miembro de nuestra familia le van a gustar demasiado. ¡Y medito me da hasta intentarlo, la verdad! Es una pena, porque además de bonitos (sí, me lo parecen) son tan agradecidos… Raro es a la persona a la que se le muere alguno, ¿no?
Me gustan sobre todo agrupados y decorando algún rincón discreto de casa. Y los más chiquititos… dentro de pequeños vasos o tarros de cristal.
Pero en fin, por ahora seguiré inspirándome con ellos y con lo bien que lucen los espacios y rincones que los tienen. Igual y todo (caigo ahora, mientras escribo) el tener tan complicado ponerlos en mi casa es lo que ha hecho que me obsesiones un poco con ellos, ¿no os parece?…
Leave a Comment