
El mes de abril que ya hemos dejado atrás ha sido un mes diferente en casa. Por circunstancias, uno de nuestros mejores amigos ha estado viviendo durante algo más de 30 días con nosotros y, en lugar de los tres habituales (Javi, Haskell y yo), nos hemos convertido en cuatro temporales: Javi, Haskell, Alain y yo. Un tiempo que, lógicamente, ha estado cargado de adaptaciones, cambios esporádicos, momentos, recuerdos, vivencias… y también reflexiones posteriores, como esta que hoy me surge.
No sé vosotros, pero mi casa es más CASA que nunca cuando se llena de amigos. No importa que sean momentos más largos o más cortos, pero sí que sean compartidos. No es algo nuevo este pensamiento, ni quiere decir que no disfrute y goce de mi hogar cuando lo vivimos en la intimidad, tranquilidad y rutina de nuestra privacidad; la cual -por cierto- también se agradece al recuperar. Lo que quiere decir es que todo aquello que de verdad importa en la vida adquiere un valor aún mayor y una perspectiva en parte desconocida hasta el momento cuando se vive y comparte desde dentro. Dede ese «DENTRO» tan personal, único y verdadero que solo el HOGAR hace posible. Porque en CASA uno es siempre como en realidad es y, ante esa gran verdad, no hay voluntad ni intención que pueda resistirse mucho tiempo.
Es la verdadera magia de LA VIDA EN CASA. Que sólo ella puede hacerte descubrir facetas de los otros que hasta ese momento no veías; obligarte a revelar y exponer ante los demás tus propias miserias, manías… o ayudarte a recargar el depósito de los recuerdos con MOMENTOS efímeros que hacen que tú y los tuyos os sintáis vivos. Todo ello, ni más ni menos, es lo que se esconde tras esa cena mítica que organizaste un día cualquiera para amigos, tras esa fiesta que siempre se celebra mejor bajo un techo amigo, tras aquellas confidencias reveladas mientras se comparte sofá, música y vino o tras esa temporadilla en la que prestaste una cama (aunque sea hinchable) a alguno de los que quieres y forman parte de tu vida.
Porque ese es su auténtico poder. El del HOGAR, digo. El que a veces olvidamos y es necesario recordar. Yo lo he hecho durante todo el mes pasado. Porque, no sé vosotros, pero como en CASA no se está en ningún sitio. Como en CASA no se crean mejores recuerdos. Como en CASA no se disfruta de una forma más auténtica y verdadera. Y cómo en CASA no se conoce mejor a nadie. Adoro mi CASA. Y aún más, adoro mi CASA compartida, gozada y recordada por todos aquellos a quienes quiero. Por eso, la mía, siempre será también la de todos ellos.
Y vuestra casa, ¿cuándo y cómo es más CASA que nunca? Me gustaría saber.
P.D. Esas otras veces en las que mi casa pide socorro.
5 mayo, 2017
Littlefew
Me ha encantado Bea! Qué reflexión tan bonita! Un hogar siempre se siente como propio tanto si está lleno de gente como si estás solo… en mi caso lo sentimos más nuestro desde que está nuestra hija con nosotros y vivimos en este tremendo caos ordenado que es la base de nuestra felicidad, jeje…
Bueno pues un beso y felicidades como siempre por tus maravillosos posts!
(Eso sí… me hubiera encantado ver tus propias fotos de estos días en compañía… aunque entiendo que quizás con el pequeño caos de ser cuatro en casa no te apeteciera…. jijiji) 😉
Besos
Laura
5 mayo, 2017
Bea Atienza
Buenas Laura!!
Qué bonito hogar el tuyo con el caos maravilloso de Emma. Ya me lo imagino! Un hijo, sin duda, es el mayor factor «HOGAR» que puede haber. 🙂 Gracias por compartirlo por aquí, como siempre, y por tus piropos hacia el post.
En cuanto a las fotos de nuestro «caos» personal del último mes: has dado en el clavo. Jejeje.
Un beso gigante!
5 mayo, 2017
enmanuel
¡¡Sabia refleccion!!… soy de tu opinión. Ademas demuestras tu madures a traves del tiempo. queee bonitooo…feliz finde.
5 mayo, 2017
Bea Atienza
Gracias Enmanuel!
Feliz finde para ti también!