
Hay veces que en mi afán de búsqueda de interiores diferentes, que me sorprendan y que me hagan vibrar, encuentro joyitas como esta. Un apartamento en Nueva York, de no muchos metros cuadrados, pero lleno de gusto y personalidad. El ejemplo vivo de que las casas pequeñas no tienen nada que envidiar a las grandes si se saben aprovechar y sacarles partido como en este caso. El aire desenfadado, multi-cultural y sin complejos que desprende su decoración ecléctica ha conseguido que me despierte del aletargamiento que a veces me provoca el ver interiorismos repetitivos, casi idénticos y sin novedades, uno detrás de otro.
En todo el espacio se mezclan los colores, las texturas y los patrones sin ningún tipo de miedo para crear una atmósfera cosmopolita llena de piezas de diseño y otras de bajo presupuesto que la propietaria quiso aprovechar de su época de estudiante. La unión es exquisita, arriesgada pero acertada, y -a la vez- acogedora. Me encantan, sobre todo, el color azul petróleo de la columna y el pasillo de acceso al dormitorio principal, el papel elegido para la pared de las ventanas, la lámpara que preside el comedor y las butacas que flanquean la televisión.
¿Qué os parece este tipo de decoración? ¿Apostaríais vosotros por mezclas tan potentes? (Via)
8 septiembre, 2016
Fátima
De pequeño nada,me parece bastante amplio.Una maravilla de hogar ,con mucha luz y con decoració arriesgada,empleando papeles y pinturas que no me atrevería a poner en mi casa .
9 septiembre, 2016
Bea Atienza
Totalmente Fátima. Y desde luego, lo del tamaño, según se mire, sí. Comprado con otros apartamentos… se hace hasta grande. Jejeje.
Un abrazo.